viernes, 2 de marzo de 2012

Democracia de salón (1ª Parte)



 "El hombre es el animal más depredador"

Nietzsche y Hegel, en un aforismo tan suspicaz como inteligente, afirmaron hace años que “Dios había muerto”. Supongo, que si hoy volvieran a vivir en nuestra sociedad además de llevarse las manos a la cabeza –cada uno por sus causas-, podrían afirmar lo mismo de la Libertad, pues es otra por la que creo -dada la trayectoria que llevamos- por la que tendremos que llorar su muerte y esculpir un RIP del mismo nivel de nuestra falta de vergüenza, por ser poseedores de tantos litros de horchata en nuestras venas. Valga el paradigma, para expresar e intentar analizar las faltas de libertades cada vez más latentes que vivimos en nuestra vida cotidiana. La democracia y sus promesas parecen haberse empapado de una tibia y roñosa escarcha, en el que las buenas ideas e intenciones que se marcaron en la Transición han quedado igual de congeladas que Walt Disney: en un baúl muy bonito lleno de cuentos de hadas.

Si bien Niestzche y Hegel en su expresión “Dios ha muerto” querían indicar que las creencias sobre Dios y su historia no son suficientemente fuertes como para servir de parangón y base de la moral y la teleología, hoy se podría afirmar que la libertad ha muerto por las mismas razones, pues parece que ha perdido la fuerza que un día la llevó a ser un derecho innato en el ciudadano. Supongo que si los liberales de Cádiz levantarán la cabeza, tendrían mucho que decirnos al respecto.

Pero no piensen que toda la culpa de que nuestra democracia sea una estafa muy académica y poco práctica es únicamente de los mediocres políticos que dirigen España u otros países como Italia –por poner un ejemplo de clara mediocridad política-, sino que también lo es y me vas a perdonar, en gran parte culpa tuya. Tuya, mía y de todos. Siento que en estos momentos la democracia está estancada, dando vueltas en círculo sobre sus falsas promesas y sus falsas virtudes. 

Llegados a este punto, es de intuir que algún lector crítico empezará a no estar de acuerdo conmigo y pensará que no son tantas las libertades que nos faltan y que por lo general, se cumplen los puntos básicos que exige la democracia para ser legitimada como tal. Meeeec. Error. Son tantos los puntos que no se cumplen, que uno llega a pensar si la corriente de esta nuestra sociedad, no es ceder al poder oligárquico o tecnocrático y dejarse de complicaciones. Y es que la libertad es así: parece venderse muy cara. La piel de revolucionario se las ponen lobos encubiertos en piel de oveja, mientras con sus patitas de animal recorren el camino hacia sus fines espurios alejados del bien de la comunidad.

¡Nunca hemos estado tan bien! ¡Podemos votar!

 

Este es uno de los argumentos que más me ha tocado oír en defensa de la legitimidad de nuestra demacrada democracia. Al parecer, el tener derecho a voto sigue siendo una alegría, cosa que si bien hace años pudo ser motivo de celebración, hoy es síntoma de normalidad. Todavía no he visto a ningún afroamericano estar contento porque hace un siglo se abolió la esclavitud y porque ya no recogen algodón ¿Alguna moral, a día de hoy, podría dudar de que fuese de otra forma? Si se hubieran anclado en esa idea, el avance por la defensa de sus derechos se hubiera paralizado en aquel preciso instante y no hubiera avanzado con la fuerza que este colectivo ha alcanzado a base de un amargo esfuerzo.

En 1957, el político Harold Macmillan de origen británico, recientemente ascendido a primer ministro, pronunció un discurso en Bedford que pasó a la historia por la siguiente afirmación y me supongo que también, por ser la demagogia con la que se consuelan nuestros conciudadanos:

“Seamos sinceros, a la mayoría de nosotros nunca nos ha ido tan bien como ahora. Recorred el país, las grandes ciudades, los pueblos pequeños, y encontraréis un bienestar que jamás habéis visto antes, al menos en la historia de este país”.

Según afirma Ralf Dahrendorf acerca de este discurso: “[...]los políticos suelen vanagloriarse de decir ‘verdades incómodas’; por eso raras veces hablan como Harold Macmillan, pues su verdad es, por decirlo así, una ‘verdad cómoda’”[1]. Efectivamente, con el paso de los años se ha ido creando bienestar para todos, pero también hay que tener en cuenta “bienestar comparado con qué” o “bienestar mínimo para no levantar al país según se decida qué”. No hemos de olvidar que el producto nacional bruto per cápita, no es el único parámetro que debemos tener en cuenta, sino también tasas como el Índice de Desarrollo Humano que indica los valores del nivel cultural, ingresos percibidos y esperanza de vida.

Es cierto que si bien la ampliación de las libertades no ha seguido un camino continuo y lleno de triunfos periódicos, nunca nos ha ido tan bien como ahora, pero como afirma el mismo Dahrendorf, tras esta afirmación está “el gran pero…”. Peros que el mismo politólogo define bajo enunciados tales como: “Pero ¿y la felicidad?”, “Pero ¿para siempre?”, “Pero ¿para todos?”… Preguntas para los que todos tenemos la respuesta pero a la que no nos atrevemos a enfrentarnos. Es demasiado el trabajo que requiere y poco el estímulo del ciudadano por cambiar las cosas. El individuo, ha caído en las garras de la disfunción narcotizante que, a causa de los políticos y sus políticas, amenazan con gravedad la estabilidad, permanencia y legitimidad de los actuales países democráticos, ya que la tiranización de los “amigos de la poltrona” parece ganar en cabeza a los que estamos en el bando del movimiento ciudadano.

Al igual que Dahrendorf, yo tampoco me atrevería a afirmar que los hombres del año 2009 son más felices que los de 1957: “La experiencia humana de la felicidad y de la desgracia confirma más bien el dicho popular de que la vida tiene muchos altibajos, tantos como índices de bienestar de los economistas”[2]. Se puede imaginar uno claramente que ejercer por veces primeras las libertades que nos abrían las recientes estrenadas democracias, bellas y relucientes en sus inicios, eran muchísimo más estimulantes de lo que esos principios, como el sufragio de todos los ciudadanos, son ahora.

Quizás la felicidad, al igual que el bienestar y el progreso, sea demasiado abstracta como para poder emplearla para medir parámetros de desarrollo social. Ante esta encrucijada de cómo medir el nivel de bienestar de los ciudadanos en una democracia, Dahrendorf plantea la pregunta: “¿Qué otro concepto podría sernos de ayuda en esta tarea?” Sin lugar a dudas la respuesta es transparente: la libertad. Amartya Sen, premio Nobel de Economía, afirmaba con implacable coherencia que: “En este sentido, el progreso es el proceso de ampliación de las libertades humanas”.

Unido al concepto de medir el nivel de progreso de un país y analizar los parámetros de democracia que actúan en él, otra pregunta indispensable es “¿Para todos?" Ninguno tenemos lugar a dudas, de que en un estado democrático las oportunidades para todos han de brillar por su presencia y nunca por su ausencia. Echa un vistazo al mundo ahora que estamos a solas: ¿Qué ves? ¿Hay una clara y transparente igualdad de oportunidades? Centrémonos en lo que nos atañe: ¿ves una clara igualdad de oportunidades en los países que se ponen de sello “soy democrático”? Miremos más de cerca todavía… ¿Percibes igualdad de oportunidades en España?

Tengamos en cuenta que si por algo resaltan las oportunidades, es por significar opciones, lo que es lo mismo a tener un abanico de posibilidades donde elegir. Es evidente que si todos vistiéramos igual, nos cortáramos el pelo igual y fuéramos vestiditos de verde, una de dos: o nos habríamos vuelto marcianos o viviríamos en un régimen autoritario. Las opciones, posibilidades y oportunidades significan derechos, más allá del concepto de lo que “es básico”. Derechos fundamentales que se presuponen, como es natural, en regímenes democráticos. Pero para que funcionen las oportunidades intrínsecamente ha de existir algo más: las ofertas de las mismas. No puedo negar que en España, desde el fin de la dictadura y la tiranía de Francisco Franco, la ampliación de los derechos de los ciudadanos españoles ha crecido notablemente, PERO tampoco se puede obviar que el alcance de esos derechos ya son historia y configuran méritos de progreso de los que ahora, por la trayectoria de nuestras pobres hazañas y mezquina ampliación de libertades, podamos vanagloriarnos. “Deberíamos ser muy cautos al afirmar que otros todavía no han llegado al punto en el que nosotros nos encontramos. Es posible que todos nuestros logros sean destruidos, por enemigos exteriores o por el potencial suicida de nuestra propia acción. La destrucción del medio ambiente, la amenaza nuclear o el odio del perdedor son algunos ejemplos.”[3]

Si analizáis el desarrollo de la sociedad española, la ampliación de derechos siempre va acompañada de polémica, unas veces mojigata y otras veces tan sólo populista, que en ningún caso marca ninguna corriente ideológica digna de ser reseñada. Aunque empiezan a oírse medias voces disidentes que empiezan a no tener garganta para tragar más, la sociedad improvisa y usa esa técnica vulgar para enfrentar los problemas al igual que hace José Luís Rodríguez Zapatero, pero le cuesta a horrores organizarse dignamente en la sociedad civil. Hemos perdido el rumbo de las ideas para cambiarlo por el rumbo de la codicia, la corrupción y las poltronas ocupadas por necios tiranos que no hacen más que empobrecer los valores con los que la sociedad liberal nació. Francis Fukuyama es más radical y negativo y habla de esta conducta conformista y sin ideología como “el fin de la historia”, mientras afirma que “La idea liberal se ha mostrado victoriosa”. Como hemos alcanzado un punto “en el que  nos resulta imposible imaginar un mundo esencialmente distinto del nuestro, en el que el futuro no puede traernos una evidente mejora sustancial del orden existente, debemos considerar la posibilidad de que la historia haya tocado a su fin”.

Quiero negarme a creer esto que afirma Fukuyama. No es posible que las ideas, las corrientes y el pensamiento libre hayan ido a parar a las bibliotecas de Alejandría y ninguna fuerza liberal exista en este cementerio político de memeces y desvaríos, capaz de coger la democracia por los cuernos mientras al unísono ciudadano clama por la libertad. Eso sólo puede ser síntoma de que nuestra sociedad está enfermando en la peor de las infecciones morales: la apatía y el conformismo hacia la clase de sistema político y social al que nos vamos acercarndo peligrosamente, donde por primera vez tras la revolución liberal, el ciudadano, el ser humano en sí mismo, es relegado al final de una lista burocrática en la que es mandado a callar, sirviendo como ejemplo el estudiante del otro día en el Congreso quien ,con admirable osadía, se atrevió a decir una verdad incómoda -o como un templo- que le costó el ser interrumpido en su discurso y posteriormente, ser obligado a abandonar el atril del hemiciclo. Cosas,... que pasan en España.

Además de la irreal y carencia visible de igualdad de oportunidades para todos, existen otras muchas falsas promesas de la democracia como decía al principio. Váis a poder comprobar cómo suspendemos en casi todas y como nuestra democracia ha pasado a ser un arma demagoga, maniquea y academicista de nuestros políticos de salón.

 

Continuará…




[1] Ralf Dahrendorf, En busca de un nuevo orden; una política de la libertad para el siglo XXI.Ed.: Paidós Estado y Sociedad 131.
[2] Ralf Dahrendorf, En busca de un nuevo orden; una política de la libertad para el siglo XXI.Ed.: Paidós Estado y Sociedad 131.
[3] Ralf Dahrendorf, En busca de un nuevo orden; una política de la libertad para el siglo XXI.Ed.: Paidós Estado y Sociedad 131.

10 Lengüetazos:

López dijo...

Estimada amiga, no sé si la libertad estará muerta, pero esta enferma y necesita que el bisturí se meta hasta al fondo para que pueda volver a estar vigorosa. Hace falta que las instituciones de nuestro Estado de Derecho vuelvan a hacerse para y por el ciudadano, cuyas libertades son inviolables y que deben ser el punto de partida. Es evidente que cada vez se piensa menos en el individuo y que los intereses políticos están por encima de todo. A veces se apela al “interés general”, al “interés nacional” o incluso a la “razón de Estado” para esconder asuntos poco transparentes.

Me ha gustado la referencia que haces a la igualdad de oportunidad, base del liberalismo progresista, y que sin duda podría ser objeto de un debate muy largo, pero algunos entendemos que es fundamental para que el ser humano sea verdaderamente libre. Esa igualdad, por tanto, va más allá de la mera igualdad formal, que también es esencial, sin duda ninguna.

Como ya te he comentado varias veces, coincido en la importancia de la sociedad civil para defender a la persona frente a una cada vez más atrofiada y poderosa Administración Pública, pero vivimos en un Estado de Partidos que hace muy difícil poder participar en los asuntos públicos sin pasar por ellos... Es una pena, y ahí quizá hay mucho que hacer, dando la batalla, a sabiendas de que desde la sociedad civil los pasos que se pueden dar, hoy por hoy, son cortos.

Otro punto muy débil que tenemos hoy día en España es la Justicia. Sin ella, no hay garantía de libertad alguna. Esta es una muestra clara de la debilidad a la que antes hacía referencia. Y ahí hay también mucho que hacer. Promesa, tras promesa; partido, tras partido no avanzamos nada. Qué desastre.

Un saludo :))

Alfonso de la Torre dijo...

Acabo de descubrir este blog y me parece muy interesante. Creo que tienes mucha razón con este artículo.
Solo quiero comentar algo sobre la felicidad y el bienestar. Para ser felices hay que ser justos, el bienestar no es felicidad. Todos luchamos por vivir lo mejor que podamos, pero como ninguno somos solidarios, y por supuesto menos los políticos, no podemos construir una verdadera libertad y una verdadera felicidad.
Soy de los que piensa que el estado español, actualmente no funciona. En vez de progresar, la política española se ha estancado, y como cualquier cosa estancado, huele mucha peste.
Falta un cambio, y como tu bien dices, tenemos la culpa nosotros mismos, porque no nos movemos, solo nos quejamos, y votamos a los mismos.

UC3M dijo...

Enhorabuena aurora, un artículo realmente increible y que promete mucho ¿o debería decir ensayo? da igual, es genial

MIKEL BUESA dijo...

En efecto, Aurora, la sociedad enferma de apatía frente al sistema político. Y con apatía no hay democracia. Esta es la herencia que nos dejan los partidos políticos que han hecho del sistema democrático una especie de bazar oriental en el que se chalanea de todo a costa de los ciudadanos y de su libertad. Una herencia contra la que la sociedad civil tiene que levantarse para lograr la completa regeneración de la democracia.

Ángel Soria dijo...

Yo, Aurori, sigo pensando que mientras no se considere el programa político un contrato con el ciudadano, estaremos como Sísifo y la piedra.
¿Cómo somos felices en un viaje? formando parte del mismo. ¿Cómo somos felices con una pareja? conviviendo con ella. Por lo tanto, seamos arte y parte de la política... pero sin partidos mientras no cumplan sus programas.

Pedro José dijo...

“Para el futuro o para el pasado, para la época en que se pueda pensar libremente, en que los hombres sean distintos unos de otros y no vivan solitarios... para cuando la verdad exista y lo que se haya hecho no pueda ser deshecho:
Desde esta época de uniformidad, de este tiempo de soledad, la Edad de Gran Hermano, la época del doblepensar... ¡muchas felicidades! “ (G. Orwell-1984)


Aurora, comparto todo lo que señalas, pero libro de responsabilidades a los ciudadanos de bien, son simplemente victimas de un sistema temible. Gran Hermano lo controla todo y los que no estamos de acuerdo, simplemente no existimos, es duro reconocerlo pero es así. Tu aún conservas la esperanza, yo la he perdido, pero aún espero el día en que podamos encontrarnos en la batalla final de la libertad contra el despotismo.

Aurora dijo...

Muchas gracias a todos por vuestras aportaciones :). Lo cierto es que parece que todos coindimos en una cosa -y parece ser bastante generalizado en la sociedad- y es que así no podemos seguir.

López: sin duda el tema de la Justicia es un tema que hay que tratar de forma inmediata. Yo también lo había pensado tratar en siguientes entregas :)

Alfonso de la Torre: Muchísimas gracias por tus palabras y bienvenido. Lo cierto es que, como bien dices en tu comentario, la felicidad es demasiado abstracto como para ser un baremo fiable del progreso de un país, aunque no por ello es excluyente a la hora de obtener más datos sobre el progreso de otras fuentes. Es importante el grado de felicidad de los ciudadanos, sobretodo la "felicidad social" la del colectivo.

UC3M: muchas gracias y bienvenid@ :)

Mikel y Ángel: yo también apuesto con las dos manos y el poco pellejo que tengo, porque la "revolución ciudadana" acabará llegando y antes de lo que pensamos. Tiene y debe que ser así, estamos perdiendo todos los rumbos.

Paseante: buena frase, pero no debes aún darte por vencido. Hay una forma de seguir siendo activista y es en la sociedad civil, sin los vicios y malas virtudes de los aparatos políticos. No te vayas todavía... aún hay más :)))

besos y gracias por venir!! :P

Upeydista dijo...

Saludos:

Puede que lo abordes en la siguiente entrega pero quisiera preguntarte si en tu escrito te refieres únicamnte a la sociedad española o crees que este es un mal universalmente generalizado.

La duda viene de que los signos en los que sostienes tu afirmación de que la libertad ha muerto, pienso se podrían extrapolar a todos los paises del mundo.

¿Piensas que hay alguno en el que estas premisas no sean ciertas y se pueda poner de ejemplo?.

Gracias.

Aurora dijo...

Efectivamente "upeydero" el que la "libertad haya muerto" puede extrapolarse a la situación mundial y realmente así fue como lo pensé, pero básicamente en este texto se analizan aquellos países que viven en una democracia, pues extrapolarlo a otros regímenes democráticos no tendría sentido dado el tema que trato -quedaría algo descolgado si introduzco países autoritarios o de otros regímenes-. En las próximas entregas donde entra Bobbio, Schumpeter, Ortega y etc, se analizarán como se indica al final de este, esas falsas problemas de la democracia y los ejemplos serán tanto españoles como europeos.

Como recordarás hubo muchos países que pusieron a rodar su máquina democrática a la vez (españa fue de las últimas) y al igual que siguieron ejemplo apra comenzar, parecen haberse estancado en los mismas causas que en la española. España no es el peor país, sino que hay muchos países que se han olvidado de cual es su régimen político.

En otro post de este blog, acerca de lo que dices "el pescado está vendido", hablo de que la abstención y la apatía política que están apareciendo como una corriente por las democracias europeas.

En el siguiente post de todos modos, se seguirá tratando el tema.

Gracias por pasarte,
un saludo,

Upeydista dijo...

Feliz año.

Espero la segunda parte que me he quedado con ganas de saber como acaba.

Un saludo.