Berlusconi
No hace mucho que los expertos aún se preguntaban qué sería de los movimientos populistas cuando dejaran de ocupar una posición periférica respecto de los partidos tradicionales. El populismo está en su salsa en la oposición, denunciando la traición de las élites y la expropiación de la soberanía popular. Pero cuando se trata de gobernar, las cosas cambian. La polarización de los sentimientos erosiona a los competidores, pero no es fácil de manejar cuando se trata de pedir sacrificios o justificar decisiones incómodas. Además, las palabras gruesas cansan y alimentan grandes desengaños. En suma, parecía que los movimientos populistas, instalados en el poder, acabarían cayendo en un dilema insoluble: o moderaban su lenguaje o se verían obligados a lidiar con la insoportable contradicción entre las palabras y los hechos (véase Y. Mény; Y. Surel, 'Par le peuple, pour le peuple').
El laboratorio político italiano ha mostrado en los últimos años, y de nuevo en este acalorado agosto, que la normalización del discurso populista no solo es posible, sino que tiende a consolidarse, cerrándose sobre sí misma. Aunque no quisiera generalizar sin pruebas esta observación, la fractura en la mayoría de Gobierno, entre Berlusconi y sus aliados en la derecha, muestra que el discurso populista no solo puede acceder al Gobierno, sino que, desde allí, es capaz de absorber todo posible espacio de disenso a su alrededor.
Literalmente, no queda más oposición que la que pueda surgir en el interior del mismo Gobierno, a la sombra del poder.
Algunos detalles, sorprendentes o pintorescos. El presidente del Gobierno, Berlusconi, no tiene empacho en mostrar públicamente su disconformidad con las iniciativas de su Gobierno, cuando se alejan de sus instrucciones. La Liga Norte jalea su electorado denunciando los incumplimientos del Gobierno en materia federal, sin tener en cuenta que ella misma lo sostiene. El disidente Fini se rasga las vestiduras por la persecución al que le someten los medios berlusconianos, aireando cosas turbias que hasta ayer mismo ocultaban, mientras sus partidarios no se alejan del Gobierno, probablemente para erosionarlo desde dentro. Y la guinda la vuelve a poner Berlusconi cuando llama a la movilización de las bases de su partido, nada más y nada menos que para superar los personalismos.
La inestabilidad es la regla dominante y los remedios llevados a cabo no hacen sino alimentar la deriva personalista. La situación política se ha vuelto magmática y el único criterio orientativo está en los sondeos, que dan y quitan influencia. El ajuste de cuentas entre las distintas facciones llegará con las elecciones anticipadas, cuando interese. ¿Y la otra oposición? Ni comparece, ni tampoco hay señales de que tenga pensado hacerlo.
2 Lengüetazos:
que bien esta el mundo... como decia mafalda que lo paren que me bajo
Berlusconi... otro que tal baila. Lo cierto es que no se las consecuencias del hartazgo ciudadano global con las políticas estúpidas que se están hacinedo ultimamente pero espero que sea totalmente firme y aplastante ¡hagamos algo carajo!
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