Ayer regresé de pasar unos días en Tarragona. Cneo Cornelio Escipión, hermano de Publio el Africano, funda Tarraco en el año 218 a . C., con el objeto de servir de base para luchar contra los cartagineses de Aníbal durante la segunda guerra púnica. A lo largo del siglo II a. C. es utilizada por los romanos para la conquista de Hispania en su guerra contra los celtíberos y Numancia, convirtiéndose en la capital de la provincia de Hispania Citerior. Julio César le otorga en el año 45 a . C. el estatuto de Colonia de Derecho Romano, tras su victoriosa campaña contra los seguidores de Pompeyo en Hispania. Desde el año 27 a . C. y por un período de 3 años, Augusto permanece en Tarraco mientras dirige las campañas militares contra astures y cántabros, para dominar definitivamente Hispania. Durante estos años es, de facto, la capital del imperio y dan comienzo las principales obras de urbanización: foro provincial, foro colonial, templo de Augusto (es el primero del imperio a la divinidad del emperador), circo, anfiteatro, teatro, etcétera.
Estaba uno de estos días de asueto visitando la zona de la muralla romana con mi amigo Quique. Muralla que fue posteriormente abaluartada a partir del siglo XVI, padeciendo el asedio del ejército francocatalán en la guerra de los segadores porque permaneció fiel al rey Felipe IV sin ser tomada. Los mayores destrozos en la muralla los provocó el ejército napoleónico cuando, durante la guerra de la Independencia , fue tomada al asalto en 1811 (fue la única ciudad de la España peninsular que no capituló, salvo Cádiz). Pues en estas me hallaba, milenios de historia nos contemplan y todo eso, cuando alzo la vista y entre tanta venerable piedra veo el más famoso cartel de chapa que vieran los siglos: el del Plan E.
Sí, allí se alzaba majestuoso el cartelito. Obviamente, no me paré a leerlo ni a averiguar si era el del Plan E de 2009 (Fondo Estatal de Inversión Local) o el de 2010 (Fondo Estatal para el Empleo y la Sostenibilidad Local ). Este cartel, en medio de tanta historia, me hizo recordar lo que era el Plan E y si era realmente adecuado ponerlo entre tanta historia.
Ello me hizo recordar la pequeña historia del Plan E. Como ustedes recordarán, ambos Planes E tenían unas características similares.
Su primer objetivo era financiar obras de nueva planificación. Esto es, aquéllas que el ayuntamiento de turno no hubiera previsto ni planificado en el presupuesto de la entidad del año correspondiente. Además, se les daba un plazo de presentación de proyectos inferior a los 2 meses, con las vacaciones de Navidad por medio. Por ende, su ejecución debía ser inmediata, es decir, que debían estar finalizadas en apenas un año. Y, claro, con un límite por proyecto de 5 millones de euros. Lo que significa que se financiaban obritas no muy importantes que el ayuntamiento no hubiera creído oportuno incluirlas en sus presupuestos, o que no se les hubiera ocurrido, y con un plazo de presentación de proyectos y de ejecución mínimo. El impacto o la rentabilidad social de tales obras, dadas estas características, a nadie se le escapa que sería muy bajo, de no ser así, el ayuntamiento ya hubiera caído en la cuenta de su necesidad para el municipio y las habría planificado. El resultado lo conocemos todos: canchas de pádel, remozado de parques y jardines, subidas y bajadas de bordillos, etc. Mi primo José Carlos me contó que en Valladolid habían hecho la misma obra con el Plan E que la que acababan de terminar: “Manolo, corta y pega el mismo proyecto que se nos acaba el plazo y nos quedamos sin pasta”.
El otro objetivo era la capitalización de los municipios. Personalmente, considero que este era el principal objetivo. La primera pista nos la da la génesis del Plan: el primer Plan E surge cuando los ayuntamientos españoles, que se han estado financiando principalmente a través de la construcción, ven cómo su fuente de ingresos disminuye drásticamente por la crisis. Algunos de los alcaldes socialistas empiezan a ponerse nerviosos. La segunda, los propios decretos del Plan E lo dicen explícitamente en su exposición de motivos “reforzar la capitalización de los municipios”. Y la tercera, la forma de reparto: no se distribuyen los fondos en función de los parados que pudiera haber en cada municipio sino en función de la población del mismo, es decir, que un municipio con muchos parados pero con menos habitantes recibiría menos dinero por parado que un municipio en la situación inversa (pocos parados y muchos habitantes), luego lo importante es financiar a los ayuntamientos y, sobre todo, a los grandes que son los que más problemas tienen. Otro día hablamos, ya si eso, de las carencias del sistema de financiación de los ayuntamientos españoles, que es el origen del problema, y de las competencias impropias que asumen, hoy del cartelito de chapa, más o menos.
Pero a pesar de lo complicado de aunar ambos objetivos, nuestro Presidente del Gobierno tenía la solución: El Plan E. Con el Plan E los municipios podrán computar parte de sus gastos de gestión y corrientes a estos proyectos financiados por el Estado, se crea empleo y se financian obras municipales. Todo perfecto.
O casi. Dejando a parte que estos fondos no llegaron a emplear a todos los parados que se decía que iban a contratar y que no consiguieron apenas “dinamizar a corto plazo la actividad económica” (la exposición de motivos es maravillosa, hay que felicitar al redactor por su poca doblez) conviene detenerse en su forma de financiación.
Se financiaban con cargo a la Deuda Pública del Reino de España. Es decir, es como cuando uno no tiene dinero para comprarse un piso y pide una hipoteca al banco. El banco te deja el dinero y te compras el piso, pero tienes que estar pagando el capital que te han prestado y los intereses durante un porrón de años. Pues aquí igual. Para que no se notara en el déficit del año en curso, que ya se estaba disparando, a nuestro Presidente del Gobierno se le ocurre pagarlo con Deuda Pública. Sería perfecto si no fuera porque los 13.000 millones que costaron los dos Planes E (8.000 el primero y 5.000 el segundo) hay que pagarlos y a un tipo de interés mucho más elevado que otros países. Alemania está pagando sus bonos, su Deuda Pública, alrededor del 2,3% y España los paga a algo más del 4%. Piensen lo que significa esa diferencia a la hora de pagar esos 13.000 millones: un pellizquito.
En definitiva, estamos pagando a precio de oro unas infraestructuras que pueden ser de todo menos necesarias y urgentes, puesto que los ayuntamientos no las habían contemplado. Entonces la diferencia entre el tipo de interés que paga la sociedad y los beneficios que obtiene ésta por las infraestructuras es claramente negativa. Es como si pido un crédito para comprarme un piso, me dan el crédito más caro que a mi vecino y además nunca voy a disfrutar del piso porque nunca voy al tener otras cosas que hacer. Ahí está muerto de la risa.
Lo peor no es eso. Es que nuestra deuda cada vez es mayor. Según las previsiones del propio Gobierno de España, nuestra deuda llegará a un 74,3% del PIB en 2012, más del doble que la de 2007 cuando fue de un 36,2%. Cada español debe 17.500 euros a los que nos han dejado dinero para que nuestro Gobierno se lo gastara. Y eso si los tipos de interés no suben…
Elaboración propia a partir de datos del Ministerio de Economía y Hacienda
Imagínense hasta cuando vamos a tener que estar pagando los 812.000 millones de euros que alcanzará nuestra deuda pública en 2012, y los tipos de interés que vamos a pagar por esta hipoteca.
Ahora pesemos un poco en el pasado reciente. En mayo, nuestro Ministro de Fomento dice que hay que apretarse el cinturón y que se congelan obras en curso por 6.450 millones de euros (¡qué casualidad, la mitad del Plan E!). Se paran las obras del AVE en diferentes puntos de España, se detiene la construcción de puentes y autovías, etcétera. Es decir, usted no va a tener AVE hasta su capital de provincia pero en su pueblo tiene una flamante pista de pádel. Para gustos, los colores, pero el diferencial en el desarrollo económico de una y otra infraestructura es más que evidente.
Desde el 1 de julio sube el IVA porque el Gobierno incurre en un déficit galopante.
La semana pasada nos dicen que parece que la cosa no está tan mal y que van a recuperar algunas de las obras que habían dejado aparcadas. Yo no digo nada, pero a lo peor parar las obras resultaba más costoso que seguir con ellas o es que las constructoras pesan mucho en España. El diferencial en términos de tipo de interés del bono español respecto del alemán vuelve a crecer (cada vez que hablan sube el pan).
Pero lo mejor es lo de hoy. El Ministro de Fomento (ya me dirá usted porqué se mete aquí el de Fomento) nos plantea una subida de impuestos para homologarlos con los países europeos. Toma ya.
Luego no vamos a corregir el diferencial entre el riesgo de la economía española y la alemana, razón por la cual estamos pagando un tipo de interés más elevado, reduciendo tal riesgo mediante una política económica adecuada que afronte los desequilibrios estructurales. No, lo vamos a encarar subiéndoles a los contribuyentes los impuestos, que es más fácil. Así que están de nuevo llamando a la puerta de los que tienen nómina, de la clase media, del españolito de a pie para que vaya preparando la chequera.
Nos vamos a pasar un montón de años pagando los dichosos carteles y demás alegrías gubernamentales, autonómicas y municipales vía subidas de impuestos, porque el Gobierno ni hizo ni hace sus deberes.
Ave César, los que van a pagar te saludan.
En Madrid, a 16 de agosto de 2010
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